domingo, 1 de abril de 2018

La risa del cocinero


Somos Atlantes
que soportan el mundo
sobre su espalda

Se cuenta que cuando en su juventud el maestro Dogen visitó China, allá por el siglo XIII, tuvo un encuentro casual con el cocinero de un monasterio cercano a donde se encontraba. Se trataba de un hombre anciano. El joven, viéndolo ocuparse de tan pesadas tareas a edad tan avanzada, le preguntó el porqué de ello, pues le parecía más deseable para un hombre de su edad estar retirado y concentrado en la práctica de la meditación y el estudio de los antiguos textos. El anciano se rió de la ocurrencia y respondió al joven Dogen que al preguntar eso evidenciaba que aún no había comprendido la práctica ni el sentido de las enseñanzas de los antiguos maestros.

Esta risa y estas palabras del anciano monje me resultaron misteriosas y difíciles de entender cuando leí la narración de estos hechos. Tal vez al maestro Dogen le ocurrió algo parecido. Ahora creo que empiezo a comprender.

Todos los trabajos, todos los esfuerzos que realizamos en nuestras vidas tienen su raíz en la impermanencia. Una y otra vez es necesario repetir las mismas acciones porque lo que hicimos ayer quedó deshecho en un abrir y cerrar de ojos. ¿Dónde se originó la impermanencia? En nuestras mentes. Es el producto de un pensamiento equivocado. ¿Cómo vamos a huir de la impermanencia si es nuestro pensamiento el que la mantiene? Mantener el pensamiento de separación de lo real y al mismo tiempo querer que las consecuencias de ese pensamiento no nos afecten es pedir lo imposible y, por tanto, atraer el sufrimiento sobre nosotros. Por el contrario, aceptar las consecuencias de este pensamiento es el primer paso para su deshacimiento.

No me parece ahora tan extraño que el monje riese ante la absurda idea del joven extranjero.



Bibliografía: "Shobogenzo. La preciosa visión del Dharma verdadero". Traducción anotada de Dokusho Villalba. Editorial Kairós, Barcelona, 2015.