Somos Atlantes
que soportan el mundo
sobre su espalda
Se
cuenta que cuando en su juventud el maestro Dogen visitó China, allá
por el siglo XIII, tuvo un encuentro casual con el cocinero de un
monasterio cercano a donde se encontraba. Se trataba de un hombre
anciano. El joven, viéndolo ocuparse de tan pesadas tareas a edad
tan avanzada, le preguntó el porqué de ello, pues le parecía más
deseable para un hombre de su edad estar retirado y concentrado en la
práctica de la meditación y el estudio de los antiguos textos. El
anciano se rió de la ocurrencia y respondió al joven Dogen que al
preguntar eso evidenciaba que aún no había comprendido la práctica
ni el sentido de las enseñanzas de los antiguos maestros.
Esta
risa y estas palabras del anciano monje me resultaron misteriosas y
difíciles de entender cuando leí la narración de estos hechos. Tal
vez al maestro Dogen le ocurrió algo parecido. Ahora creo que
empiezo a comprender.
Todos
los trabajos, todos los esfuerzos que realizamos en nuestras vidas
tienen su raíz en la impermanencia. Una y otra vez es necesario
repetir las mismas acciones porque lo que hicimos ayer quedó
deshecho en un abrir y cerrar de ojos. ¿Dónde se originó la
impermanencia? En nuestras mentes. Es el producto de un pensamiento
equivocado. ¿Cómo vamos a huir de la impermanencia si es nuestro
pensamiento el que la mantiene? Mantener el pensamiento de separación
de lo real y al mismo tiempo querer que las consecuencias de ese
pensamiento no nos afecten es pedir lo imposible y, por tanto, atraer
el sufrimiento sobre nosotros. Por el contrario, aceptar las
consecuencias de este pensamiento es el primer paso para su
deshacimiento.
No
me parece ahora tan extraño que el monje riese ante la absurda idea
del joven extranjero.
Bibliografía:
"Shobogenzo. La preciosa visión del Dharma verdadero".
Traducción anotada de Dokusho Villalba. Editorial Kairós,
Barcelona, 2015.
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