miércoles, 4 de julio de 2018

Elegir la mejor parte

“Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose delante dijo: Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues que me ayude. Pero el Señor le respondió: Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.” (Lc. 10, 38-42)


A menudo me repito a mí mismo las palabras que Jesús le dice a Marta cuando ella se queja de que su hermana María no le ayuda con las tareas de la casa y sólo se sienta a escuchar a Jesús. Él le responde: “Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, pero sólo una es necesaria”. ¿Cuál es esa cosa a la que Jesús se refiere? Yo creo que es reencontrar a nuestro verdadero ser, el cual tiene poco que ver con ese personaje que hemos inventado y mucho que ver con Jesús. Esta escena de los evangelios está llena de simbolismo y de profundo significado. Jesús es la personificación de nuestro verdadero ser, Marta es la que, por un lado desea dejarlo todo para escuchar a Jesús y por otro se encuentra imposibilitada para hacerlo porque se siente atraída por todo aquello que le parece que es necesario hacer. Y por último, María es la que por fin ha comprendido que Jesús es lo único importante.

Creo que el deseo de soledad puede ser un síntoma de que uno se acerca al ser de María y desea apartarse de toda distracción para escuchar a su verdadero ser. Me parece también que sentarse a meditar es como sentarse a escuchar a Jesús. La mente se aquieta y en el silencio que sobreviene es posible escuchar a nuestro verdadero ser. Sin embargo, en la meditación es frecuente que ocurra como en esa escena de los evangelios: La mente no deja de quejarse de esa inmovilidad y trata de convencernos de que cejemos en nuestro empeño de quietud y silencio para atender un sinfín de asuntos inaplazables. Todo ello no es sino el forcejeo de la mente que se resiste a abandonar al personaje que ha imaginado ser. Personaje cuya persistencia, siempre en peligro, supone un tremendo esfuerzo y una ocupación constante. La meditación, por el contrario, conlleva la aceptación de que ese personaje es una invención, así como de que, puesto que más pronto o más tarde habremos de abandonarlo, hacerlo voluntariamente y de manera consciente es, ciertamente, la mejor elección.

La cita del evangelio según San Lucas está extraída de la edición traducida y anotada por la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona, 1985.