martes, 28 de junio de 2016

La ciudad

Hoy he sentido
tristeza por el árbol
lejos del bosque

Allá en el bosque 
los árboles meditan
en el silencio

lunes, 27 de junio de 2016

Evanescencia

Cosas y seres
nubes en el cielo
deshaciéndose

domingo, 26 de junio de 2016

Renacer

Salmón, hermano
no podrás renacer 
si no te agotas

Silencio

Hoy los árboles
estaban silenciosos
allá en el monte

Despertar

La mariposa
fugaz como la flor 
el despertar

sábado, 25 de junio de 2016

Amanecer

La oscura noche
ahora es fresca mañana
que huele a hierbas

La espesa niebla 
no deja ver el mar
sólo se intuye

El sol se alza
deshaciendo la niebla
Ya se ve el mar

viernes, 24 de junio de 2016

Noche de San Juan

La ciudad
como sarta de gemas
en la bahía

Luna naranja
cruzan nubes oscuras
y el negro mar

Al fondo luces
abanico de fuegos
lentos fanales

domingo, 19 de junio de 2016

Adentrarse en la montaña

Me levanto temprano. Ha amanecido un día claro y luminoso de finales de primavera. Me alejo de la ciudad y tomo el camino que conduce a la montaña. Conforme asciendo el aire se hace más claro, más puro, más frío. Desde lo alto contemplo la ciudad y el mar a lo lejos. Un sendero se adentra en la montaña. Camino despacio, atento a los sonidos, los olores, los colores. A ambos lados crecen grandes pinos de troncos recios y corteza cuarteada elevándose sobre los demás árboles; hay también encinas y alcornoques, álamos y madroños. Cada árbol tiene su propia voz cuando el viento mece sus hojas. Voz potente y uniforme en una larga nota sostenida son los pinos; el susurro de voces diferentes cargadas de misterio, los álamos. Al pie de la ladera hay suaves gasas blancas; más espesas que una tela de araña, sus hilos no están entretejidos con la simétrica pericia de las de ocho patas. Brillando al sol se ven largos hilos volanderos. A mi paso una pequeña lagartija que tomaba el sol en un recodo huye a esconderse entre las matas. Más arriba, saliendo de la espesura, oigo el batir de alas en el aire de algún ave de buen tamaño, quizá una paloma. No muy lejos suena un trinar melodioso y agudo articulando frases que mi cabeza no entiende pero a mi corazón no escapan; algo más allá y como respondiendo se oye otro canto de ave bajo y achaparrado, entrecortado como el croar de una rana. Sigo caminando atento a todo. Al borde de la vaguada repleta de vegetación crece un alto pino. Se inclina levemente hacia ella. Apoyo mi espalda contra su tronco. Cierro los ojos, luego los abro y contemplo el cielo. Los pinos se recortan contra el azul, lentas nubes blancas pasan despacio. Soy el bosque, cada uno de sus árboles, cada insecto, cada brizna de hierba, cada aguja de pino, cada pájaro que se oculta en las frondas. Inicio el regreso. Una pequeña y colorida mariposa posada invisible en el suelo emprende el vuelo a mi paso.