jueves, 11 de abril de 2019

Donde está el tiempo no estoy yo


No hallarás vida

más que en la eternidad

Y es este instante



Decía San Agustín que solo hay tres tiempos: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. Quería decir, sin duda, que en realidad solo hay un tiempo: el presente. Y esto es así porque el tiempo no tiene realidad por sí mismo no siendo más que una ilusión creada por la mente. Esa es la causa de que la percepción temporal sea tan diferente según quien la experimente o también, tratándose de una misma persona, según la circunstancia en que se experimente; de tal forma que un minuto puede parecer un año y un año un minuto. El pasado está sostenido por la memoria, mientras que al futuro lo sostiene la imaginación. Ambas cosas, memoria e imaginación, son capacidades de la mente. Tan solo el presente se sustenta por sí mismo porque tan solo el presente es real. Pero el presente se manifiesta en el instante y este es inasible, pues cuando queremos atraparlo ya ha pasado. Esta imposibilidad de apresarlo proviene precisamente de su cualidad de real, pues es en el instante donde el tiempo se encuentra con la eternidad. Esta es la causa de que la felicidad solo pueda hallarse en el presente, pues ¿cómo podría encontrarse en el pasado o en el futuro? No puede hallarse ahí pues ambos, pasado y futuro, son fabricados por la mente que añora o rechaza, que desea o teme.

Después de todo, ¿qué significado tiene mi edad cronológica? Tan solo que la Tierra ha dado cincuenta y seis vueltas al sol en su camino por el espacio desde que me encuentro en este mundo. ¿Tiene esto algo que ver conmigo? Nada, la verdad. En cambio, si mi voluntad decide que quiero tener la madurez de un hombre de cuarenta años y el deseo de aprender y de descubrir de un chico de dieciséis, ¿quién podrá impedirme poner todo mi empeño en hacerlo cierto?

domingo, 7 de abril de 2019

El mayor poder en el universo






Lo quería todo


No había comprendido


No falta nada





No hay mayor poder en el universo que el de la mente. Así expresado, esto no es verdad; no porque no sea así, sino porque la verdad es completa y si le falta algo ya no es verdad. Sería más exacto decir que es cierto; y es así porque lo cierto es verdad en un determinado nivel, mientras que la verdad no deja de ser verdad, sea cual sea el nivel. Ahora nosotros nos encontramos en el nivel de lo cierto, pero aspiramos al nivel de la Verdad.

Así, en el nivel en el que nos encontramos, es cierto que no hay mayor poder en el universo que el de la mente. Aceptar esta afirmación como verdadera ya es un avance importante, pues supone un ascenso de nivel en la comprensión de la realidad. No hay mayor poder en el universo que el poder de la mente, y ese poder se encuentra en nosotros porque nos ha sido dado. Sin embargo, este poder, imposible de medir o de abarcar, tal es su magnitud, mal empleado puede conducirnos a creer que no está con nosotros, sino contra nosotros. Y por desgracia, esto es lo más común entre las personas, hacer mal uso del poder de la mente. Es a causa de esto por lo que podemos llegar a pensar que el universo entero está contra nosotros y que necesitamos protegernos de él. Entonces la felicidad nos parece algo que tenemos que arrancarle al universo a fuerza de luchar contra él. Pero quien lucha, además de armas, necesita defensas y eso nos lleva a levantar muros que nos separen y nos protejan de un entorno que consideramos hostil. Pero como estos muros, al igual que la causa que nos lleva a levantarlos, no son reales sino artificialmente creados, mantenerlos en pie nos exige un tremendo y constante esfuerzo que nos conduce al agotamiento. A esto es a lo que habitualmente llamamos “vida”. Cuando esos muros que con tanto esfuerzo hemos levantado y sostenido día a día, instante tras instante, se resquebrajan nos sobreviene la enfermedad y finalmente la muerte.

Mal empleado, el poder de la mente nos lleva a pensar que somos débiles, que vivimos en un mundo en el que la escasez nos obliga a competir unos contra otros; que nuestras limitaciones son mayores que nuestras capacidades… Y al pensar estas cosas es el mismo poder de la mente el que nos las hace aparecer como reales hasta el punto que parece locura pensar de otra manera.

Si observamos con atención toda nuestra vida pasada nos resultará fácil comprobar que este modo de pensar nos ha conducido a unos resultados francamente mediocres, y que la sensación de insatisfacción y de infelicidad que experimentamos es testigo insobornable de ello.