sábado, 5 de octubre de 2019

La flor



No había belleza


Donde solo había lodo


surgió una flor






Creo que este haiku expresa la presencia de un misterioso poder que es capaz de transformar el mundo. A veces me siento tentado a dejarme llevar por un sentimiento de disgusto porque las cosas no son como me gustaría. Me parece que es bueno en esos momentos recordar que hay muchas cosas que no podemos cambiar, pero que siempre es posible elegir cómo reaccionar ante este hecho. Puedo dejarme arrastrar por sentimientos como la tristeza, la angustia y el desánimo o puedo dar gracias por cada instante y buscar su belleza para reconocer que en el fondo todo está bien. Quisiera mantenerme siempre fiel a esta última elección, pero no es tan fácil como decirlo. Hay en mí una poderosa fuerza que me impulsa a dejarme llevar por esos sentimientos tan negativos. Sin embargo hacerlo no me lleva a donde quiero ir. Por eso he decidido luchar contra esa fuerza para abrirme a esa otra fuerza transformadora que también hay en mí y que sí me lleva a donde quiero ir. Requiere esfuerzo, pero he comprendido que es el único esfuerzo que merece la pena. La flor no surgirá si no creo condiciones favorables para que lo haga. Quiero dejar que surja, quiero dejar que su belleza se manifieste y se exprese. Siento que no puedo hacerlo solo, pero creo firmemente que la ayuda está disponible para quien la busca con sinceridad.



jueves, 11 de abril de 2019

Donde está el tiempo no estoy yo


No hallarás vida

más que en la eternidad

Y es este instante



Decía San Agustín que solo hay tres tiempos: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. Quería decir, sin duda, que en realidad solo hay un tiempo: el presente. Y esto es así porque el tiempo no tiene realidad por sí mismo no siendo más que una ilusión creada por la mente. Esa es la causa de que la percepción temporal sea tan diferente según quien la experimente o también, tratándose de una misma persona, según la circunstancia en que se experimente; de tal forma que un minuto puede parecer un año y un año un minuto. El pasado está sostenido por la memoria, mientras que al futuro lo sostiene la imaginación. Ambas cosas, memoria e imaginación, son capacidades de la mente. Tan solo el presente se sustenta por sí mismo porque tan solo el presente es real. Pero el presente se manifiesta en el instante y este es inasible, pues cuando queremos atraparlo ya ha pasado. Esta imposibilidad de apresarlo proviene precisamente de su cualidad de real, pues es en el instante donde el tiempo se encuentra con la eternidad. Esta es la causa de que la felicidad solo pueda hallarse en el presente, pues ¿cómo podría encontrarse en el pasado o en el futuro? No puede hallarse ahí pues ambos, pasado y futuro, son fabricados por la mente que añora o rechaza, que desea o teme.

Después de todo, ¿qué significado tiene mi edad cronológica? Tan solo que la Tierra ha dado cincuenta y seis vueltas al sol en su camino por el espacio desde que me encuentro en este mundo. ¿Tiene esto algo que ver conmigo? Nada, la verdad. En cambio, si mi voluntad decide que quiero tener la madurez de un hombre de cuarenta años y el deseo de aprender y de descubrir de un chico de dieciséis, ¿quién podrá impedirme poner todo mi empeño en hacerlo cierto?

domingo, 7 de abril de 2019

El mayor poder en el universo






Lo quería todo


No había comprendido


No falta nada





No hay mayor poder en el universo que el de la mente. Así expresado, esto no es verdad; no porque no sea así, sino porque la verdad es completa y si le falta algo ya no es verdad. Sería más exacto decir que es cierto; y es así porque lo cierto es verdad en un determinado nivel, mientras que la verdad no deja de ser verdad, sea cual sea el nivel. Ahora nosotros nos encontramos en el nivel de lo cierto, pero aspiramos al nivel de la Verdad.

Así, en el nivel en el que nos encontramos, es cierto que no hay mayor poder en el universo que el de la mente. Aceptar esta afirmación como verdadera ya es un avance importante, pues supone un ascenso de nivel en la comprensión de la realidad. No hay mayor poder en el universo que el poder de la mente, y ese poder se encuentra en nosotros porque nos ha sido dado. Sin embargo, este poder, imposible de medir o de abarcar, tal es su magnitud, mal empleado puede conducirnos a creer que no está con nosotros, sino contra nosotros. Y por desgracia, esto es lo más común entre las personas, hacer mal uso del poder de la mente. Es a causa de esto por lo que podemos llegar a pensar que el universo entero está contra nosotros y que necesitamos protegernos de él. Entonces la felicidad nos parece algo que tenemos que arrancarle al universo a fuerza de luchar contra él. Pero quien lucha, además de armas, necesita defensas y eso nos lleva a levantar muros que nos separen y nos protejan de un entorno que consideramos hostil. Pero como estos muros, al igual que la causa que nos lleva a levantarlos, no son reales sino artificialmente creados, mantenerlos en pie nos exige un tremendo y constante esfuerzo que nos conduce al agotamiento. A esto es a lo que habitualmente llamamos “vida”. Cuando esos muros que con tanto esfuerzo hemos levantado y sostenido día a día, instante tras instante, se resquebrajan nos sobreviene la enfermedad y finalmente la muerte.

Mal empleado, el poder de la mente nos lleva a pensar que somos débiles, que vivimos en un mundo en el que la escasez nos obliga a competir unos contra otros; que nuestras limitaciones son mayores que nuestras capacidades… Y al pensar estas cosas es el mismo poder de la mente el que nos las hace aparecer como reales hasta el punto que parece locura pensar de otra manera.

Si observamos con atención toda nuestra vida pasada nos resultará fácil comprobar que este modo de pensar nos ha conducido a unos resultados francamente mediocres, y que la sensación de insatisfacción y de infelicidad que experimentamos es testigo insobornable de ello.



viernes, 15 de marzo de 2019

El refugio interior

Si quieres paz

pacifica tu mente

verás a Buda


Cuanto más pienso en ello, más me convenzo de que estoy en lo cierto al creer que mi situación en este mundo es muy semejante a la de una persona que, por vicisitudes de la vida, hubiese perdido su casa en un barrio acomodado y se hubiese visto obligada a buscar alojamiento en un lejano suburbio de no muy buena fama. Sin muchas opciones para elegir, toma una pobre casa y allí traslada los pocos enseres que le quedan. Así instalada, intenta rehacer su vida en este nuevo lugar en el que todo le resulta extraño. Un día, al regresar del trabajo, encuentra entreabierta la puerta de la casa y, con miedo, casi sin atreverse, se asoma y descubre que todo está revuelto. Más tranquila ya, revisa el reducido espacio y ve cosas rotas, otras desaparecidas y otras arrojadas sin miramientos. Desalentada, se sienta y piensa: “He de asegurar la puerta, cambiar la cerradura por una más segura para que no sea tan fácil entrar en la casa”. Y así lo hace. Transcurren los días y una noche, al volver, halla una escena parecida, aunque esta vez los ladrones han hecho aun mayores destrozos. Y de nuevo se deja caer desalentada y sumida en una gran tristeza y angustia. Sobreponiéndose piensa otra vez y decide: “Haré que la puerta sea aun más segura y buscaré un perro amigo que vigile la casa todo el tiempo”. Así lo hace y esta vez consigue mantener a los ladrones alejados y así su situación va recobrándose hasta que le es posible trasladarse a un barrio y a una casa mejores.

¿En qué se parece la situación de esta persona a la mía en esta vida? En que la casa que cobija el cuerpo es la casa material, pero mi casa espiritual es la mente. Si no aprendo a controlar mi mente, cualquier suceso contrario a mi deseo, hasta el más nimio, me robará la paz, que es el mayor tesoro que poseo. Si permito que los deseos incontrolados me dominen; si dejo que la pereza se adueñe de mí, que el apego por las comodidades y los placeres dicte mis actos y palabras; si no me esfuerzo en aprender a distinguir los pensamientos perjudiciales de los beneficiosos, seré como aquella persona que dejaba su casa a merced de los ladrones. El control de la mente es como una puerta segura que protege la casa; y la vigilancia, la atención constante, como el perro amigo que avisa de la presencia de intrusos.

Comprendiendo esto, carece de sentido esforzarme en proteger mi casa material y dejar casi abandonada a su suerte mi casa espiritual, mi mente, que es el único lugar donde podré hallar la felicidad que con tanto esfuerzo y sufrimientos he estado buscando en otros lugares.