jueves, 15 de febrero de 2024

La niebla

 

Desde esta humilde tribuna, quisiera dejar constancia de una inquietud que me ronda el pensamiento desde hace tiempo. Es el fuerte sentimiento, o mejor, la firme convicción, de la apremiante urgencia que recae sobre nuestro tiempo de dilucidar el significado de tres palabras. Estas palabras no pueden ser otras que Libertad, Justicia y Amor.


Ya hacia los años veinte del siglo pasado, el poeta Paul Valéry se sintió inmerso en una sociedad que atravesaba un banco de niebla. Esta niebla, tan espesa, nos ha hecho perder el rumbo, y al permanecer tanto en el tiempo, nos ha llevado a olvidar cuál era la meta marcada, Así hemos navegado sin rumbo cierto hacia no se sabe qué inhóspitos parajes. Y aunque aún seguimos inmersos en la confusión, hay signos que anuncian el fin de la oscuridad, pero necesitamos recuperar la confianza en que hay un destino que alcanzar y en que nos es posible llegar a él.


Afronto pues, la tarea de intentar vislumbrar lo que hay tras la niebla para poder dirigir esta navecilla que es mi vida hacia la tierra firme que ansío. Tampoco puedo menos que invitar a cada uno a hacer lo mismo, pues la meta a que me refiero nos llama a todos, y nos necesitamos los unos a los otros para alcanzarla.


Así, veo que estas tres palabras, Libertad, Justicia y Amor, son como el mapa que nos permite navegar evitando escollos y peligros, pero es necesario limpiarlas de tanta roña y suciedad como se ha ido arrojando sobre ellas hasta el punto de hacerlas irreconocibles.


Empiezo, pues, aunque sin la pretensión de acabar el trabajo, sino tan solo de esbozar un comienzo.


La libertad entendida como posibilidad de elección está bien, pero no es suficiente, necesitamos entender en qué consiste esa posibilidad. Si interpreto que la libertad me confiere el derecho a satisfacer mis deseos y evitar mis temores estoy cayendo en la confusión. La libertad es ciertamente el derecho a elegir, pero no a elegir cualquier cosa, sino aquello que me dignifica como persona. En esta elección no son buenos consejeros los deseos y los temores, pues estos obedecen más a las pasiones que al conocimiento. Así, ¡cuántas veces en mi vida he deseado lo que luego no me ha satisfecho o incluso aquello que me ha dañado, y cuántas otras he dejado de desear aquello que ahora quisiera haber deseado! En este sentido veo que he sido como alguien a quien se hubiese dado un instrumento, un violín, por ejemplo, y admitido dentro de una orquesta sin tener preparación para ello. Por eso mi actuación en la orquesta ha sido deplorable. Dejé de tocar cuando debía hacerlo, toqué cuando no correspondía y falté a la melodía en todo momento. Fuera de mi lamentable actuación en la orquesta, percibo que la melodía resulta apenas reconocible por haber tantos en parecida situación a la mía. Semejante a esta es la situación de los que hemos caído en el error de creer que el contenido de la libertad queda a nuestro libre albedrío. Nos parecemos también a un mono de circo al que se permitiera hacer su antojo fuera de las horas de trabajo y creyera por ello ser libre. No es la libertad hacer lo que se quiera, sino aquello a lo que se está destinado, aquello para lo que se ha nacido, aquello que nos identifica como lo que somos. Averiguar en qué consiste ser persona humana es tarea que cada cual ha de acometer con determinada determinación, pero tarea en la que nos va la vida y que no puede realizarse en solitario, sino solo con la ayuda de otros, y en especial de aquellos a los que se ha regalado la capacidad de enseñar.


¿Qué decir ahora de la justicia? La acepción más común es afirmar que consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. Pero esta definición, siendo cierta, es tan amplia y ambigua que resulta difícil hacer uso de ella sin confundirse. ¿Hasta dónde llega ese dar – o quitar -, cuáles son sus límites? ¿A quién se atribuye el definir lo que a cada uno corresponde? Llama la atención ver cómo las tres palabras que analizamos están íntimamente ligadas. Si aceptamos como cierto el significado de libertad que antes hemos sugerido, podemos admitir que la justicia consiste en permitir y facilitar a cada persona la tarea de alcanzar la libertad, pero también en trabajar cada uno seria y responsablemente por su propia libertad sin atentar contra la de los demás.


Y por último, ¿qué podremos decir del Amor? ¿Quién ama más que aquel que trabaja por ser libre y por contribuir a la liberación de los demás? Comúnmente se entiende por amor un fuerte sentimiento de afecto, pero en demasiadas ocasiones este sentimiento va unido – y contaminado – por el propósito de satisfacer los propios deseos y de rellenar las propias carencias. El amor por el contrario, cuando lo es de verdad, no desea más que la felicidad del otro, aun a costa de los propios deseos. Amar no es tomar, sino darse. En relación con el significado de las otras dos palabras, libertad y justicia, amar es desear que los demás sean libres y no sufran por causa de la injusticia.


Después de lo dicho, me doy cuenta de que al pensar sobre el significado de estas tres palabras, Libertad, Justicia y Amor, me viene inevitablemente al pensamiento el significado de una cuarta palabra:


P A Z