No hallarás vida
más
que en la eternidad
Y
es este instante
Decía
San Agustín que solo hay tres tiempos: el presente del pasado, el
presente del presente y el presente del futuro. Quería decir, sin
duda, que en realidad solo hay un tiempo: el presente. Y esto es así
porque el tiempo no tiene realidad por sí mismo no siendo más que
una ilusión creada por la mente. Esa es la causa de que la
percepción temporal sea tan diferente según quien la
experimente o también, tratándose de una misma persona, según la
circunstancia en que se experimente; de tal forma que un minuto puede
parecer un año y un año un minuto. El pasado está sostenido por la
memoria, mientras que al futuro lo sostiene la imaginación. Ambas
cosas, memoria e imaginación, son capacidades de la mente. Tan solo
el presente se sustenta por sí mismo porque tan solo el presente es
real. Pero el presente se manifiesta en el instante y este es
inasible, pues cuando queremos atraparlo ya ha pasado. Esta
imposibilidad de apresarlo proviene precisamente de su cualidad de
real, pues es en el instante donde el tiempo se encuentra con la
eternidad. Esta es la causa de que la felicidad solo pueda hallarse
en el presente, pues ¿cómo podría encontrarse en el pasado o en el
futuro? No puede hallarse ahí pues ambos, pasado y futuro, son
fabricados por la mente que añora o rechaza, que desea o teme.
Después
de todo, ¿qué significado tiene mi edad cronológica? Tan solo que
la Tierra ha dado cincuenta y seis vueltas al sol en su camino por el
espacio desde que me encuentro en este mundo. ¿Tiene esto algo que
ver conmigo? Nada, la verdad. En cambio, si mi voluntad decide que
quiero tener la madurez de un hombre de cuarenta años y el deseo de
aprender y de descubrir de un chico de dieciséis, ¿quién podrá
impedirme poner todo mi empeño en hacerlo cierto?
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