Me sorprendo al leer que Thomas Merton se convirtió al catolicismo llegando a ser monje trapense, para luego terminar su vida más próximo al budismo que al cristianismo. No sé qué habrá de cierto en ello, pues muchas veces se cuentan cosas que no se corresponden con los hechos reales, pero si es así, me resulta difícil entender que alguien que haya profundizado en la fe católica se deje arrastrar después por otras creencias. De todas formas, mi trayectoria ha tenido cierta semejanza, pues yo me convertí al catolicismo gracias a un encuentro personal con Jesús -que así es como nace el cristiano-, para luego sufrir una crisis que me llevó a acercarme al budismo, en cuyo estudio permanecí cerca de cinco años.
Sin ser experto en ninguna de las dos creencias, me gustaría reflexionar sobre algunas cuestiones, ya que en nuestros días hay un gran auge de las filosofías orientales en occidente.
Durante mis años de estudiante aprendí que la fe budista tiene como meta la Iluminación, que es un estado más allá del sufrimiento de esta vida para alcanzar el cual son necesarias la compasión y la sabiduría, que pueden ser comparadas con las dos alas que necesita un ave para elevarse al cielo.
El concepto de compasión budista es semejante al de la caridad cristiana, pues la compasión en el budismo desea el bien, la felicidad de los demás -no solo el fin del sufrimiento-, pero mientras en el cristianismo hay una fuente de la caridad, que es el Amor mismo; es decir, Dios, en el budismo no hay un Dios Creador, fuente de todo bien; hay el Buda de la compasión, que es un ser que ha alcanzado el mayor grado de compasión posible. Así, el practicante budista, trata de alcanzar ese grado de compasión identificándose con el Buda de la compasión por medio de la meditación y otras prácticas.
En el catolicismo, por el contrario, Dios es la fuente del Amor porque Él es Amor; no soy yo quien ama, sino que es Dios quien manifiesta su amor a través de mí cuando yo me dejo llenar y transformar por Él. Puede no parecer una diferencia importante, pero lo es y mucho. Esta gran diferencia creo que puede ser mejor entendida cuando se comparan las dos creencias en lo referente a la sabiduría.
La sabiduría budista se concreta en el concepto de vacuidad. La vacuidad viene a decir que nada tiene existencia real. La forma de demostrarlo es que cuando buscamos un objeto por medio de la razón no podemos encontrarlo. Así, si intentamos buscar una mesa solo encontraremos partes de la mesa, pero no la mesa misma, pues ninguna de sus partes es la mesa, y el conjunto de partes tampoco puede ser la mesa, pues un conjunto de no-mesas no puede ser una mesa. La mesa tiene una existencia meramente aparente, pero no real.
Creo que el razonamiento es correcto, pero incompleto, por eso resulta, no difícil, sino imposible entender la vacuidad. Cientos de generaciones de budistas han dedicado largas horas a meditar sobre la vacuidad sin llegar a entenderla, y no es de extrañar, pues el problema está planteado teniendo en cuenta un solo aspecto y este es verdadero, a saber, que ninguna cosa ni criatura tiene existencia propia, pero no se extrae la consecuencia y es que si nada tiene existencia propia ha de haber algo que sí la tenga para que la existencia pueda sostenerse.
En el razonamiento budista, al contemplar el objeto cuya existencia se busca se omite una parte que no está presente en el objeto, pero sí implícita. Esta es que en todo objeto existente hay inteligencia y voluntad, pues sin inteligencia y voluntad las partes nunca se hubieran reunido ni podrían mantenerse unidas. Son la inteligencia y la voluntad las que dan al objeto la existencia y para el cristianismo ambas tienen su fuente en Dios. El budismo no contempla esto y por tanto no se plantea la existencia de Dios. A mi modo de ver, esto hace del budismo una creencia interesante y sin duda beneficiosa en cuanto busca la felicidad verdadera, pero incompleta y falsa, por cuanto pretende ser completa sin serlo.
Concluyo diciendo que lo más extraordinario de la fe cristiana es que, al ser Dios Amor, todo existe por amor y esa es la mayor y mas valiosa sabiduría que el budismo ignora.