martes, 5 de marzo de 2024

Reflexiones sobre el aborto

Las noticias se han sucedido con rapidez en las últimas semanas. Primero fue la decisión de la Corte suprema de Alabama al declarar que «los niños no nacidos son niños, sin excepción por su estado de desarrollo, lugar geográfico o cualquier otra característica secundaria». Esta declaración se dictó en relación con las demandas presentadas por la pérdida de embriones humanos congelados, atribuida por los demandantes a negligencia en su custodia. En sentido opuesto, Francia ha aprobado  recientemente una reforma en la que incluye el aborto como un derecho en su texto constitucional .


Si la Corte Suprema de Alabama está en lo cierto al considerar que los embriones humanos son niños, niños no nacidos, pero niños, es decir, seres humanos, Francia acaba de incluir en su Constitución el homicidio de niños inocentes e indefensos  otorgándole la categoría de derecho.


Es llamativo ver cómo las posturas respecto de este asunto parecen haberse convertido en un debate puramente ideológico. Los partidarios del aborto se llaman a sí mismos defensores de la libertad, mientras que los detractores se presentan como defensores de la vida. Aunque así fuera, aunque estas dos posiciones fuesen verdaderas, habría que decir que cuando hay conflicto entre derechos el derecho menor ha de ceder el paso al derecho mayor, y ciertamente, la vida es el derecho primigenio, el primer derecho, pues todos los demás derechos la tienen como base necesaria. Nadie puede ser libre si primero se le quita la vida. Entonces, ¿cómo se puede defender la libertad matando?


Pero por otra parte, toda persona inmersa en un debate ideológico es propensa a dejarse arrastrar por los sentimientos y estos dificultan enormemente la capacidad de razonar, de analizar con claridad lo que se está debatiendo.


Si dejásemos a un lado los sentimientos y pudiésemos contemplar sin apasionamiento lo que tratamos de entender, sin duda sería más sencillo ver con claridad. Pongamos, por ejemplo, el caso de la semilla de un árbol. ¿Es la semilla un árbol? Ciertamente no, y si la semilla se pierde o se destruye, se ha perdido una semilla, pero no un árbol. Ahora bien, si la semilla cae en tierra y germina, ¿es un árbol? Cierto es que no es un árbol en el que puedan anidar los pájaros, del que se puedan recoger frutos, o bajo cuya sombra pueda uno cobijarse, pero también lo es que hay ahí un árbol en desarrollo, aunque sea en sus primeros estadios. 

Así, con este ejemplo, resulta fácil ver cómo los sentimientos nublan la razón y la capacidad de análisis. Un embrión humano, una semilla humana germinada, como ha dictaminado la Corte de Alabama, es un ser humano. Como toda semilla germinada, como toda vida, es frágil y puede sucumbir en cualquier momento, pero no por eso deja de ser vida.


¿Qué estamos haciendo entonces? ¿Defendemos el derecho a la libertad al apoyar el aborto? ¿O más bien defendemos el derecho a poner fin a una vida inocente, cuya única culpa es no haber nacido? En todo crimen, a la hora de su resolución, resulta útil conocer los posibles móviles. ¿Cuáles son los móviles que inducen al aborto? Creo que todos ellos pueden incluirse en una sola palabra: miedo. Miedo a un niño o a una niña no nacidos. Afirmaba Santa Teresa de Calcuta que no hay sociedad más pobre que la que tiene miedo de un niño. También decía que el aborto es la causa de las guerras, porque si una madre tiene derecho a matar a su hijo o hija no nacidos, entonces ¿qué argumento puede darse para negar que cualquiera tiene derecho a matar?


Es también llamativo ver cómo se disfraza lo que realmente es el aborto con expresiones bien sonantes, tales como “interrupción voluntaria del embarazo”. Esta expresión, como todo disfraz, es una falsedad, pues una interrupción se produce cuando es posible la reanudación de lo que se interrumpe, pero lo que no se puede reanudar no es una interrupción, es un aborto, y este es su nombre. La madre, el padre, la familia y la sociedad perderán a uno de sus miembros, y nunca más podrán recuperarlo. No hay vuelta atrás. ¿Es eso libertad? Libertad es poder elegir, pero ¿se puede elegir libremente cuando es el miedo el que domina? Miedo al compromiso, a perder la figura, a no poder ir de fiesta, a  no poder pagar las facturas, a ser la madre del hijo o la hija de un agresor… ¿No sería más lógico que para apoyar la libertad ayudásemos a combatir el miedo? ¿Cómo es posible defender la muerte de inocentes en nombre de la libertad?


Son preguntas y reflexiones que nuestra sociedad debe hacerse y debatir madura y serenamente.


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