miércoles, 8 de enero de 2025

El Secreto

 

¿Cómo sabe el hombre dónde buscar su felicidad? Sin haberlo deseado se encuentra en un mundo cuyo origen desconoce, un mundo gobernado por reglas que apenas puede ir descubriendo a fuerza de equivocarse una y otra vez, y en el que cada una de sus caídas le hiere y le lastima. Se siente atraído por lo bello y por lo bueno, pero ¡cuántas veces cae en la maldad y en la fealdad! Es el ser humano al nacer semejante a un precioso y delicado instrumento musical cuidadosamente creado por un sabio artesano. ¿Quién sabrá extraer de él la melodía de la vida? ¿Dónde se encuentra el maestro que enseña, quién compondrá la partitura? "No hay más maestro que la vida misma, ni más melodía que la que cada uno compone". Así dicen los que jamás salen de noche a contemplar las miríadas de estrellas, ni quedan extasiados ante la salida del sol o su ocaso tras las montañas o el mar. Nunca pararon a escuchar la melodía de la brisa entonada por el bosque y coreada por el canto de los pájaros, ni oyeron en la penumbra de la hondura el suave murmullo de un arroyo.

Hay una bellísima melodía que suena en todo el universo, y el ser humano está destinado y llamado a ser parte de ella, pero ¿cómo será esto posible sin aprender y respetar las reglas y medidas de la música y de la belleza? Cada ser tiene un lugar en el que estar y una tarea que realizar, todos lo saben, solo el ser humano parece perdido. ¿Cómo podrá ser feliz quien no conoce su lugar ni su tarea? Este es el drama del hombre. Entre todos los seres, todos parecen conocer su lugar y su destino y lo aceptan sin oponerse, solo el ser humano anda de aquí para allá queriendo encontrar algo que no sabe muy bien lo que es ni dónde se halla. Solo el ser humano se rebela contra su destino y se hace daño a sí mismo y a otros. Tal vez sea su error el querer hallar, pues no se trata de encontrar -o poseer-, sino más bien de conocer, amar y servir aquello que no puede ni imaginar pero que sabe le supera. Muchos desean la felicidad, pero ¡qué pocos pueden llamarse felices! Y de entre esos pocos, ninguno que lo sea por poseer, sino más bien por amar y servir. Dicen los que lo atestiguan que Jesús vino al mundo en la pobreza más absoluta en una oscura gruta que servía de refugio a los animales. Aquel de quien todo procede a todo renunció y solo tomó de los bienes del mundo el amor de una familia. El que vino a salvar al mundo no tomó riquezas ni poder, tan solo se dio a sí mismo.

¿Quién puede ser más feliz que aquel que reclina la cabeza sobre el pecho del Maestro? Así es quien pone en él toda su confianza.

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