domingo, 22 de junio de 2025

Un cuento


Había un gran rey. Este rey, que era grande por su poder, por su sabiduría y por su bondad, fue a visitar una población de las que se encontraban en su territorio. Cuando los ciudadanos de esa población supieron de la visita del rey, algunos se ofrecieron para colaborar en los preparativos y ayudar a que todo estuviera preparado para recibir a tan importante persona. Llegó el día de la visita y todos se dirigieron a donde se encontraba el rey para mostrarle su respeto y acatamiento, pero hubo algunos que se excusaron y otros que, aun habiendo ido, no se presentaron ataviados como era debido, ni pronunciaron las fórmulas de respeto y acatamiento, ni se inclinaron ante el rey. Terminada la ceremonia, el rey ordenó que se diera una insignia a todos los que le habían agasajado como correspondía a su dignidad, pero los que no fueron y los que no le cumplimentaron como era debido no recibieron la insignia.


Al poco tiempo hubo otro reino que se levantó en armas contra el rey, y sus tropas avanzaron y penetraron en las ciudades y poblados de aquel reino. Pero el rey tenía buenos soldados bien entrenados, que se opusieron a las tropas asaltantes, si bien recibieron la orden de no proteger aquellas casas en las que no se hubiera colocado la insignia del rey sobre la puerta. Así, los que no habían recibido la insignia del rey, presas del pánico, se vieron obligados a huir y muchos de ellos fueron apresados por los enemigos y sometidos a horribles torturas o vendidos como esclavos, y fue grande su ruina.



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