domingo, 29 de diciembre de 2013

El sexto sentido



Entre todos los dones que el hombre ha recibido ninguno supera la inteligencia. Es ésta como un sexto sentido que prevalece sobre los otros cinco y los concierta y los gobierna. En la inteligencia están comprendidos el entendimiento y el discernimiento. Entendimiento no sólo de las cosas humanas, sino sobre todo de las sobrehumanas. Discernimiento entre lo  que está bien y lo que está mal, entre lo que conviene y lo que no, pero sobre todo entre lo Real y lo ilusorio, entre lo que permanece y lo que pasa; o lo que es lo mismo, entre lo que tiene existencia por sí mismo y entre lo que no la tiene más que de modo subordinado: entre lo Absoluto y lo relativo.

El instrumento de la inteligencia es el lenguaje, la palabra. Sin la palabra no puede existir el pensamiento;  sin el pensamiento la inteligencia queda reducida a lo inmediato, no siendo entonces más que un reflejo de la verdadera inteligencia.  Por eso es la palabra el otro gran regalo que el ser humano ha recibido. La palabra nos permite no sólo articular el pensamiento, sino también transmitirlo a otros mediante la lengua hablada o escrita. Deberíamos reflexionar sobre la importancia de la palabra, ello nos conduciría a tomar conciencia de su valor.

La inteligencia nos permite conocer. Conocer lo que es inferior a nosotros, lo que es igual y lo que es más importante, lo que es superior.  Conocer lo inferior en su totalidad es tarea irrealizable, ya que la amplitud de este conocimiento es indefinida; es decir, su extensión no tiene fin; pero aun así, si fuese posible para el ser humano alcanzar este conocimiento de poco  le serviría,  ya que su posesión  exigiría toda su energía y capacidad y no le permitiría elevarse, que es su destino verdadero. Conocer lo que es igual, es decir, conocernos a nosotros mismos, sí está al alcance del ser humano por cuanto es querido por Aquel que lo trasciende. Conocer lo superior también está al alcance del ser humano, por cuanto el que ha de ser conocido quiere darse a  conocer a quien verdaderamente y con el corazón puro lo desea. Este conocimiento forma parte del ser del hombre porque  es aquello a lo que está destinado. El conocimiento perfecto conduce a la unión entre el conocedor y el conocido, de tal forma que hace desaparecer la distinción entre ambos al no haber ya dualidad; por este motivo hay quien habla de un aniquilamiento del conocedor, pero este aniquilamiento no es más que el fin de la ilusión que es creer que hay otro que Él, por lo que en realidad no hay aniquilamiento más que de la ilusión y lo que sobreviene es la plenitud.

Éste y no otro es el fin de la inteligencia; para eso nos ha sido dada y ese es su verdadero significado desde nuestra situación relativa en el Universo. Cuando la inteligencia se destina a otra cosa distinta que su auténtica finalidad degenera y se convierte en astucia o habilidad. Éstas tienden hacia lo bajo y son incapaces de mirar hacia lo alto. Quienes las valoran y admiran por encima de la verdadera inteligencia dejan a un lado lo que tiene valor verdadero y se quedan con lo perecedero.

El que ha de ser conocido está oculto y sólo se manifiesta de manera indirecta, pero aquel que le busca con el corazón puro le encuentra en todas partes y le ve allí donde mira. A éste le son desvelados los misterios de su conocimiento mediante la intelección, que es la unión con el Intelecto Primordial, aunque esta unión aún no se haya realizado totalmente en tanto permanezca atado a la ilusión que es el mundo.

Lo que es Real permanece; lo que es ilusorio pasa pronto. El mundo es el lugar de la ilusión y de la dualidad. Aquí todo es por pares. Lo alto y lo bajo, lo ligero y lo pesado, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto. Por el contrario, en la Realidad no hay dualidad ni distinción. En ella están contenidas todas las cualidades en grado sumo y de ella provienen todos los bienes que hay en el mundo. Aquel que desea conocer la Realidad desea también unirse con ella y ser uno con Ella, aunque aún no alcance a comprenderlo.



2 comentarios:

  1. Interesante bitácora me das a conocer, entraré de vez en cuando, respecto a este post sobre el acercamiento a lo Único mediante la previa purificación y la expansión, es un pensamiento atractivo, me gusta la frase de ese cristiano que dijo: "estériles son las ideas sin vocación de convertirse en palabras y estériles son las palabras sin vocación de convertirse en acción" ¡bienvenido a la blogosfera amigo Mario!

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