Entre todos los dones que el
hombre ha recibido ninguno supera la inteligencia. Es ésta como un sexto
sentido que prevalece sobre los otros cinco y los concierta y los gobierna. En
la inteligencia están comprendidos el entendimiento y el discernimiento. Entendimiento
no sólo de las cosas humanas, sino sobre todo de las sobrehumanas.
Discernimiento entre lo que está bien y
lo que está mal, entre lo que conviene y lo que no, pero sobre todo entre lo
Real y lo ilusorio, entre lo que permanece y lo que pasa; o lo que es lo mismo, entre lo que tiene existencia por sí mismo y entre lo que no la tiene más que de modo subordinado: entre lo Absoluto y lo relativo.
El instrumento de la inteligencia
es el lenguaje, la palabra. Sin la palabra no puede existir el pensamiento; sin el pensamiento la inteligencia queda
reducida a lo inmediato, no siendo entonces más que un reflejo de la verdadera
inteligencia. Por eso es la palabra el
otro gran regalo que el ser humano ha recibido. La palabra nos permite no sólo
articular el pensamiento, sino también transmitirlo a otros mediante la lengua
hablada o escrita. Deberíamos reflexionar sobre la importancia de la palabra, ello
nos conduciría a tomar conciencia de su valor.
La inteligencia nos permite
conocer. Conocer lo que es inferior a nosotros, lo que es igual y lo que es más
importante, lo que es superior. Conocer
lo inferior en su totalidad es tarea irrealizable, ya que la amplitud de este
conocimiento es indefinida; es decir, su extensión no tiene fin; pero aun así,
si fuese posible para el ser humano alcanzar este conocimiento de poco le serviría,
ya que su posesión exigiría toda su energía y capacidad y no le permitiría elevarse, que es su destino verdadero. Conocer lo
que es igual, es decir, conocernos a nosotros mismos, sí está al alcance del ser
humano por cuanto es querido por Aquel que lo trasciende. Conocer lo superior
también está al alcance del ser humano, por cuanto el que ha de ser conocido
quiere darse a conocer a quien
verdaderamente y con el corazón puro lo desea. Este conocimiento forma parte
del ser del hombre porque es aquello a
lo que está destinado. El conocimiento perfecto conduce a la unión entre el
conocedor y el conocido, de tal forma que hace desaparecer la distinción entre ambos al
no haber ya dualidad; por este motivo hay quien habla de un aniquilamiento del
conocedor, pero este aniquilamiento no es más que el fin de la ilusión que es
creer que hay otro que Él, por lo que en realidad no hay aniquilamiento más que
de la ilusión y lo que sobreviene es la plenitud.
Éste y no otro es el fin de la
inteligencia; para eso nos ha sido dada y ese es su verdadero significado desde nuestra situación relativa en el Universo.
Cuando la inteligencia se destina a otra cosa distinta que su auténtica
finalidad degenera y se convierte en astucia o habilidad. Éstas tienden hacia
lo bajo y son incapaces de mirar hacia lo alto. Quienes las valoran y admiran por encima de la verdadera inteligencia
dejan a un lado lo que tiene valor verdadero y se quedan con lo perecedero.
El que ha de ser conocido está
oculto y sólo se manifiesta de manera indirecta, pero aquel que le busca con el
corazón puro le encuentra en todas partes y le ve allí donde mira. A éste le
son desvelados los misterios de su conocimiento mediante la intelección, que es
la unión con el Intelecto Primordial, aunque esta unión aún no se haya realizado totalmente en tanto permanezca atado a la ilusión que es el mundo.
Lo que es Real permanece; lo que
es ilusorio pasa pronto. El mundo es el lugar de la ilusión y de la dualidad.
Aquí todo es por pares. Lo alto y lo bajo, lo ligero y lo pesado, lo bueno y lo
malo, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto. Por el contrario, en la
Realidad no hay dualidad ni distinción. En ella están contenidas todas las
cualidades en grado sumo y de ella provienen todos los bienes que hay en el
mundo. Aquel que desea conocer la Realidad desea también unirse con ella y ser
uno con Ella, aunque aún no alcance a comprenderlo.
Interesante bitácora me das a conocer, entraré de vez en cuando, respecto a este post sobre el acercamiento a lo Único mediante la previa purificación y la expansión, es un pensamiento atractivo, me gusta la frase de ese cristiano que dijo: "estériles son las ideas sin vocación de convertirse en palabras y estériles son las palabras sin vocación de convertirse en acción" ¡bienvenido a la blogosfera amigo Mario!
ResponderEliminarGracias, Víctor. Un abrazo.
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