El Conocimiento es uno, uno solo. Otra
cosa es que para entendernos lo dividamos o parcelemos en
conocimiento científico, filosófico, teológico, lingüístico...
Pero esto ocurre por la misma estructura de nuestra mente y nuestro
pensamiento, capaces de conocer únicamente de manera fragmentaria.
Pero aquello que aspiramos a conocer, la realidad, es algo entero,
único e indivisible. La realidad a conocer no es algo plano, se
asemeja más a un poliedro o una esfera, y como cualquier cuerpo
espacial de estas características, no puede ser contemplada en su
totalidad, únicamente podemos aspirar a contemplarla de manera
parcial. Esto conlleva que por amplia que sea nuestra perspectiva
siempre será limitada. El conocimiento científico, por ejemplo, es
una perspectiva basada en tomar en consideración únicamente aquello
que puede ser medido y experimentado. Pero si al adoptar esta
perspectiva, tan válida como cualquier otra, se olvida que es
precisamente eso, una perspectiva más entre las muchas posibles, se
está cayendo en el error de atribuir a la realidad una
característica que no tiene, la de ser plana o unidimensional, con
lo que ese error viciará todo el conocimiento subsiguiente. De todas
formas la realidad está ahí, tal cual es, y por más que nos
empeñemos en reducirla a una sola dimensión su verdadero ser
desbordará continuamente los límites que queramos imponerle. Por
eso resulta alentador ver que las distintas ramas del conocimiento
empiezan a tomar conciencia en la actualidad de sus limitaciones y al
mismo tiempo, conforme avanzan en sus indagaciones, parecen confluir en
un centro del cual irradia todo conocimiento.
Hace unas semanas pude ser testigo
privilegiado de esta feliz confluencia. Asistí a un congreso en el cual
intervinieron cinco ponentes: un teólogo, sociólogo y psicoterapeuta, una catedrática de
física, un economista, una médico y un psicólogo, todos ellos
magníficos representantes en sus campos del conocimiento. Tras oír a
los cinco tuve la sensación de que todos vinieron a decir lo mismo,
sólo que cada uno lo dijo desde su punto de vista. Es decir, todos
ellos describían una misma realidad, pero lo hacían desde un lugar
distinto, aquel donde vital e intelectualmente se encuentran. Si
quisiera precisar más diría que dos de ellos, el teólogo y el
psicólogo, nos dieron una visión más amplia, lo cual viene a
confirmar esta idea, puesto que ambas perspectivas son tal vez las de
mayor amplitud entre las otras. En fin, juzgue quien disponga del
tiempo y la inquietud suficientes:
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