domingo, 24 de noviembre de 2013

La Fageda



Hay cerca de Olot, en Girona, un Parque Natural llamado La Garrotxa; y en ese Parque hay una granja llamada La Fageda. En esta granja se fabrican deliciosos yogures hechos de forma artesanal con la leche que producen sus propias vacas. Trabajan allí muchas personas, y prácticamente todas tienen algo en común: padecen alguna discapacidad o enfermedad mental. A pesar de ello, o tal vez gracias a ello, realizan su trabajo con extraordinario amor y entrega, hasta el punto que consiguen fabricar los mejores yogures de toda la región. Además de esto, elaboran otros productos de alimentación y realizan mantenimiento de jardines. Y todo ello lo hacen dando lo mejor de sí mismos.

El director de esa granja se llama, como el descubridor, Cristóbal Colón. Él es el precursor de tan extraordinario experimento. Su presencia, sus palabras, todo indica que es una persona comprometida con la realidad. No puedo dejar de citar una frase suya que me parece de una gran profundidad y verdad:

“El sentido de la vida es una vida con sentido”

No es una mera frase, es sin duda la síntesis de lo aprendido durante muchos años de trabajo y  esfuerzo personal.

¿Pero qué  puede dar sentido a la vida? ¿Tal vez el dinero y todo cuanto se puede conseguir con él? ¿Tal vez la fama y el reconocimiento? Parece que no, pues éstas son cosas externas, que en muchas ocasiones se consiguen sin merecerlas y que tan pronto como llegan pueden irse. Han de ser cosas más duraderas, más reales; cosas que sólo puedan conseguirse con esfuerzo verdadero y renovado día a día. Pienso que estas cosas bien podrían ser el amor a la Verdad y al Conocimiento; la práctica del bien y la entrega de uno mismo. Éstos sí que son bienes reales, bienes que sólo se consiguen por merecimiento propio y que sólo pueden perderse también por merecimiento propio.
 
Creo que en La Fageda todos entenderán de lo que hablo, pues ellos lo han puesto en práctica y lo hacen realidad cada día en sus vidas.

Entonces, si el ser humano es aquel ser que nace sin saber exactamente a qué está destinado, pero que para serlo realmente, como cualquier otro ser, ha de realizar aquello que es su esencia. Y si esa esencia, esa tarea, consiste precisamente en dar sentido a su vida, ¿cómo podemos llamar “discapacitados” a aquellos que merecen más que nadie el nombre de seres humanos?
 
Y por otra parte, ¡qué triste y qué pobre me parece nuestra sociedad cuando relega y margina a esas personas que llamamos “discapacitados”! ¿Sabemos realmente lo que es la discapacidad? ¿Acaso puede existir mayor discapacidad que la incapacidad para amar? Me pregunto cuántos de nosotros no seríamos declarados discapacitados si éste fuese el criterio para determinar esa condición. Seguramente muchos más de los que imaginamos. Basta con mirar a nuestro alrededor y comprobar cuántos de nosotros no somos capaces de amar la Naturaleza; de amar al prójimo o de amar el trabajo bien hecho.
 
Por todo esto y mucho más, La Fageda no es sólo una granja; es también una escuela de vida.

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