sábado, 23 de noviembre de 2013

Tradición frente a materialismo

Tal vez tú que me lees sientas como yo la insuficiencia de nuestra cultura actual. Nuestra sociedad occidental moderna ha alcanzado sin duda el mayor desarrollo tecnológico conocido en la historia (entiéndase historia en su acepción académica, es decir, designando la historia de la humanidad tras la aparición de la escritura, hace unos seis mil años), pero este desarrollo no ha tenido lugar en la misma medida en el terreno humano, campo en el que más bien se ha experimentado una regresión. De este modo, los seres humanos tenemos en la actualidad la posibilidad de acceder a un gran número de aparatos tecnológicos, pero en cuanto seres humanos se nos ofrece bien poco, ya que vivimos en una sociedad, la moderna, que ha vuelto la espalda a toda creencia en lo trascendente, creencia que caracteriza y fundamenta toda sociedad tradicional; por lo que es como si hubiésemos sido abandonados sin más explicaciones en un lugar cerrado repleto de aparatos cuyo funcionamiento casi nunca llegamos a entender. Esta es la imagen que se me ocurre para explicar nuestra situación actual en el mundo. En este camino hemos perdido el respeto a la Tierra, nuestra madre, y al Cielo, nuestro padre, y por tanto, también hemos perdido en cierta medida el respeto por nosotros mismos, ya que desgajados de nuestro origen ya no podemos aspirar a ser lo que debemos ser. Ese deber ser, ese fundamento y fin de la existencia humana sólo puede obtenerse y comprenderse en lo que nos trasciende, y sin ello el ser humano ha quedado solo y desvalido en el mundo, casi tanto o más que lo estuvo al principio, por cuanto entonces su desvalimiento era el del niño que busca la protección de sus padres, pero ahora es el desvalimiento del que ha vuelto la espalda a toda ayuda que no proceda de sí mismo. Esto es lo que hemos perdido y a cambio sólo hemos obtenido un montón de aparatos que no sirven para nada a nivel humano. En este sentido nuestra situación me recuerda en gran medida la de aquellos aborígenes que al recibir por primera vez la visita del hombre blanco aceptaban espejuelos y abalorios a cambio de oro y otras cosas valiosas.

Cierto es que hablar de lo trascendente es para buena parte de los que vivimos en esta sociedad moderna como hablar de hadas y unicornios, pero esto, lejos de ser un avance, es como decía antes, una regresión, pues no muestra más que la ceguera en la que hemos caído. El hombre actual dirá: "Sólo existe aquello cuya existencia puede ser probado". Y al decir esto apela a esa nueva diosa a la que adora nuestra época, la ciencia. Pero esta diosa nació miope, por lo que no puede ver más que lo que tiene a su lado, siéndole imposible ver más allá. Y esto que en sí mismo es sólo una limitación, se convierte en perversión desde el momento en que se niega la existencia de todo aquello que no se puede ver. Lo cierto es que, como dice Schuon, una verdad no es verdad porque pueda ser probada, sino al contrario, una verdad puede ser probada porque es verdad. Sin embargo, la prueba de cualquier verdad requiere otra verdad que la confirme, pero resulta que la Primera Verdad, aquella en la que todas las demás tienen su fundamento y sobre la cual no hay ni puede haber ninguna otra no puede ser probada precisamente por eso, porque no existe otra verdad sobre ella ni al lado de ella. De modo que para probarla sólo podemos apelar a verdades que se encuentran en un nivel inferior, como es la manifestación de todo cuanto existe. Nada puede existir sin una causa primera. Esa es la mayor y la única prueba que puede ofrecerse a los incrédulos; quienes, por otra parte, parecen no advertir que negar lo Absoluto es también un acto de fe  cuya tesis sí que no puede ser probada sencillamente porque no se fundamenta en la verdad.

Si has leído esto hasta el final y te ha resultado interesante, tal vez podrían interesarte también las siguientes obras:

- "Los últimos sioux", publicada en inglés con el título "Black Elk speaks", en la que John G. Neihardt recoge las palabras de Alce Negro, hombre santo sioux y uno de los últimos que pertenecieron a esta sociedad tradicional antes de que fuera arrollada por el hombre blanco. Es una obra extraordinaria, pero difícilmente encontrable en la actualidad por estar descatalogada.

-"La Pipa Sagrada. Siete ritos secretos de los indios sioux". En este libro el antropólogo J. E. Brown recoge también las palabras de Alce Negro describiendo los ritos sagrados de su religión. Estos ritos, además de sagrados eran secretos, pero Alce Negro deseaba comunicarlos porque quería preservarlos y transmitirlos antes de la desaparición de su pueblo a aquellos que pudieran entenderlos. Este libro sí puede encontrarse, e incluso existe una copia en PDF en internet.

-"Miradas a los mundos antiguos". En esta obra su autor, Frithjof Schuon, nos muestra las diferencias entre las sociedades tradicionales y la actual.

-"La crisis del mundo moderno". Leyendo esta obra uno podría creer que está escrita hace unos días, pero fue publicada por primera vez en 1927. Su autor, René Guenón, fue gran amigo y podría decirse que también maestro del anteriormente citado Frithjof Schuon.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario